martes, 16 de febrero de 2016

NOVELA: EL OBJETO HABITADO

Novela de intriga psicológica.
Al grabar el trino de los pájaros en un bosque, la protagonista, sin saberlo, capta algo que la llevará a hacer el Camino de Santiago para ayudar a una persona.  Esa grabación y sus protagonistas la perseguirán durante más de veinte años, así como el don que tiene para percibir de qué están habitados los objetos.



LIBRO DE POEMAS: CORAZONES DE ANCLA SIN DESTINO

En el mundo hay muchas personas que tienen corazones de ancla, es decir, corazones que desean echar el ancla en algún lugar, echar raíces, vivir una vida normal, con su familia, con sus hijos, pero son nómadas porque nadie los quiere en ningún sitio, no tienen destino. Está dedicado a los que padecen discriminación, hambre, violencia, injusticia y nuestro silencio.
Si os apetece comprarlo podéis escribir a Ediciones Torremozas

PINCHA AQUÍ-EDICIONES TORREMOZAS


LIBRO INFANTIL: YAVOYYAVOY ES LIBRE


YavoyYavoy  es un niño de diez años, está cansado de que el padre le diga lo que tiene que hacer cada día. Le pide que le deje tranquilo, que le de libertad. HazEstoYLoOtro acepta la petición y el niño comienza una nueva etapa de su vida en la que aprenderá bien rápido. Es un libro didáctico y divertido. 
Un libro totalmente ilustrado, página a página.
Podéis comprarlo a Editorial Los Libros de Umsaloua de  Inmaculada Calderón


miércoles, 2 de marzo de 2011

LOS MISTERIOS DE LA CASA DE MI ABUELA


SI QUIERES COMPRARLO, ESCRÍBEME AL CORREO

edith.checa@gmail.com

El precio del libro es de 8 euros más coste de envío (aprox. 4 euros en España)


LOS MISTERIOS DE LA CASA DE MI ABUELA

Cuando era pequeña me llamaban Edilú y pasaba mis vacaciones de verano e invierno en la “La Huerta”, la casa de campo en la que vivía mi abuela. Iba con mis hermanos, Alberto y Carlos, y allí nos reuníamos con cuatro primos. En total éramos siete niños y niñas.

La casa de mi abuela era muy misteriosa, por muchas razones que ya os iré contando, pero sobre todo era misteriosa por la escalera... Nos daba bastante miedo subirla o bajarla... Y, ¿por qué digo que la escalera de la casa era misteriosa? Todo pasó un verano. Nos dimos cuenta de que cuando subíamos o bajábamos en silencio los siete primos –raras veces ocurría eso ya que casi siempre subíamos y bajábamos como locos, gritando y riendo- al pasar nuestras manos por la barandilla la escalera emitía un sonido parecido al maullido de un gato: ¡miauuuu!. Cuando oíamos ese maullido, o grito de fantasma, como decían algunos de mis primos, nos quedábamos todos paralizados en los peldaños como si nos hubieran hecho una foto: con las bocas abiertas por el miedo que nos daba, las orejas estiradas para escuchar mejor y los ojos de espanto casi salidos de sus órbitas. Cuando volvíamos a escuchar el maullido de la escalera ya no soportábamos tanto terror y bajábamos o subíamos corriendo, buscando un sitio donde escondernos.

Una noche, mientras todos dormían, me desperté con un hambre voraz... Comencé a bajar. Puse mi mano en la barandilla para no caerme y en ese momento escuché el maullido extraño. Me quedé pegada al suelo y creo que me crecieron las orejas por el afán que tenía de averiguar desde dónde procedía. Estaba claro que, ese maullido, o grito de fantasma, o lo que fuera, provenía del desván. Se hizo el silencio. Yo sudaba. Comenzaron a temblarme las piernas.

En ese momento la escalera volvió a emitir el sonido espeluznante. Cada vez parecía estar más cerca, era como si bajara persiguiéndome, por tanto corrí hasta llegar a la cocina y cerré la puerta.

Respiré para tranquilizarme y empujé con mi espalda durante rato la gran hoja de madera para que nadie pudiera abrirla. Cuando creí estar a salvo coloqué la enorme silla de la abuela para reforzar la puerta.

Miré en el frigorífico. Había cosas exquisitas y las saqué todas. Las puse sobre la mesa y me senté para disfrutar de mi festín: batido de chocolate, leche condensada, pastelillos de fresa y nata, queso y mortadela.

Cuando estaba enfrascada saboreando los manjares escuché un ruido tras la puerta y, un momento después, alguien empezó a girar el pomo para abrirla.

Me quedé paralizada con un pastel en la mano y la boca abierta de par en par. Cuando comenzó a abrirse la puerta y se cayó la silla, tuve reflejos y me escondí bajo la mesa que tenía un mantel tan largo que casi llegaba al suelo. Desde allí pude ver las patas de un enorme tigre que entraba sinuoso en la cocina. Sólo le veía las patas desde esa postura y, de pronto, dejé de vérselas porque dio un salto y se subió a la mesa. ¡Se estaba zampando mi comida! No lo pude aguantar, se me olvidó el miedo y no pensé más que en defender lo que era mío. Salí de debajo de la mesa diciendo ¡fuera! ¡Deja mi comida! Cuando terminé de decir esas frases ya estaba de pie mirando al tigre. Bueno, tigrito; bueno, gatazo; en fin, gatito atigrado...

UN MAR QUE PIERDE ESPERANZA


SI QUIERES COMPRARLO ENVÍAME UN CORREO A

edith.checa@gmail.com

El precio del libro es de 5 euros más gastos de envío (aprox. 3 euros, España)


POÉTICA DE EDITH CHECA COMO INTRODUCCIÓN AL LIBRO

El gran poeta Rafael Pérez Estrada escribió: “LO VI TAN ALEGRE y seguro que no pude contenerme: ¡Usted no está en condiciones de escribir poesía!” Me gusta la frase porque parece que está hecha para mí, ahora vivo de otra forma y escribo poca poesía, al menos mi poesía de siempre. Para crear mis poemas necesito entrar en un estado de melancolía que ya no tengo, ¡ni quiero tener! Sin embargo, he encontrado la fórmula para reconciliarme con los versos, he inventado un truco que empieza a darme resultados. Ahora comienzo a escribir, como dijo Colinas, “como quien llora de plenitud saciado”. Pero ese libro se publicará dentro de algún tiempo.

Os invito a leer algunos poemas.

Tu amor por mí es una vieja agracera
cuyo fruto nunca llegará a madurar.
Sin embargo, bajo mis cepas,
milagrosos cultivos en desérticos eriales de desesperanza,
hay siempre alorques en los que la lluvia se hace huésped
y alimenta las raíces de este alma, gorrión sin trino,
en la interminable sequía de las noches.
Y no soy, como tú, vieja agracera,
soy vid vigorosa y trepadora,
y mis vástagos se extienden nudosos
hacia cualquier lugar del que me llames.
Pero no llamas.

Están los sarmientos de mis cepas,
plagados de risas, palabras, versos y caricias
arracimados e intactos a la espera del vendimiador
de vientos y atardeceres.
¡Comienza ya a vendimiar uvas de mis parrales!.
han madurado, brillan como el oro del crepúsculo.
Ven a mi viña, pasea por ella, huele, acaricia
y recolecta.
Pero no recolectas.

Yo conozco las uvas de mi majuelo tienen algo de cabrieles
de mantua, de mollar,
serán miel y caramelo en tu boca.
Pero no vienes.

Tu amor por mí es una vieja agracera
cuyo fruto nunca llegará a madurar.
Ven pues como amigo a arropar mis viñas,
a abrigar las raíces
de mis cepas envejecidas,
porque quiero llegar a ser,
para mí misma, un buen vino.

Hay tardes que tienen gris la mirada,
en ellas, las preguntas solo obtienen
silencio.
Un mutismo perseverante está cincelando
la piel de ausente reencuentro
tan fácil como si fuera de cera.
Hay pájaros, en esta tarde, que emiten cantos
y se sumergen en la bruma
que ya intuíamos llegar.
Hay palabras que regresan de sus nidos
y nos llevan a la noche,
a la noche.
Esta tarde tiene gris la mirada,
se está llenando de sombras,
y no me deja hacer preguntas.

Desgarra el sonido de otro arpegio
como una espada cortando nubes
en el vientre del pájaro de algodón,

dulce planeador de paramos.

Desconecta la idea de ti.

Nada sin mí, interno debate,
dolorido encuentro de guitarras
en la árida llanura de la desnudez,
límpida conciencia de nada
sobre un todo efímero.

Andar y olvidarse.

Que no callen las guitarras
Que no dejen de cantar los mirlos
Que el sol siga acariciando a la luna

y ella bese a la noche en la que perdimos la inocencia.


Aquí, ahora.

Dulce planeador de páramos

que en el vientre del pájaro de algodón

como una espada cortando nubes

desgarras el sonido de otro arpegio

mientras me voy.

Se desmoronó la aurora
de tanto inventarla,
Ahora no llueve violeta
sobre la laguna espejo
llueven chorreones de insolencia
en los cristales de una casa embarrada
en la que los inquilinos son huéspedes
de tan sólo una cita
para recordar los sueños incumplidos.

Se desmoronó la cita
de tanto soñarla
Ahora no besa la aurora
el perfil malva de la laguna
ni la espera crea mariposas
en el tacto de los sentidos.
La espera se hace larga, larga,
como raíles que recorrimos

crédulos de infinitud.


Se desmoronó el tacto
de tanto desearlo
Ahora no tocan violines cuando suena una caricia,
ni hay manos que puedan mecer nuestros besos,
ni besos que puedan avivar la apagada ternura.


El mundo ha volcado su mercancía
Y el mar,
bocabajo,
llora
Y nos moja azul.

A Alfonsina Storni

Devaneo en los infiernos
sobre el acantilado de los suicidas,
mientras miro el mar excelso y laminado
de desdichas y poemas,
de despedidas y recuerdos.
Un mar que es calendario de una vida,
de muchas vidas,
y que pasa las hojas,
como pasan las horas,
como pasan los días,
como pasan las olas
ondulando el horizonte.
Y se ríe, ronco, como un demonio escarlata
que adivinara el salto del Último Adagio
en el hundimiento de cada Titanic.
Y se ríe, tierno, como un ángel azul
que se sabe acogedor de los que huyen
del país de las decepciones.

Es un mar que pierde esperanza por algún desagüe
que llega al infierno del miedo.

San Michele, la isla cementerio.


Una góndola de ébano se acerca a la isla.
El oleaje, tímido, casi ausente, coopera en la tardanza.
Se acerca lenta -góndola de ébano-
y en el aire dormido, espeso de pena,
Stravinski despierta y aprisiona recuerdos
del nuevo viajero en cada nota esparcida en la niebla.
Una nube de ángeles suspiran
e invitan al mar al eterno balanceo.
Y la góndola y su viajero se acercan.
a la isla mas solitaria,
y la más poblada.
Viven en ella retazos de memorias,
infinitas memorias apenas compartidas,
froidianos sueños quebrados en el fin de cada tiempo.
Deseos, anhelos, secretos,
sembrada está de flores de melancolía.
La góndola negra se acerca
y la isla levanta su falsa frontera
con cipreses, un anillo de cipreses
vulnerables que flanquean
la entrada sin oponer resistencia.
Se acerca la góndola de ébano a la isla,
la más solitaria,
la isla mas poblada,
la nada, la muerte.

A Richard, por encontrarme.

CITARNOS EN LOS SUEÑOS

No pude olvidar que fuiste la entrega
de un pecho herido de gorrión sin esperanza
en nuestra historia por décadas sellada.
Ni olvidé tus ojos y tu risapara escribir este amor de papel
en un libro de arena albero enamorado.
Ni olvidé cómo crece un poema

desde este lado del susurro,

secreto calendario de besos clandestinos.
Ni olvidé que puede amarse en la distancia

si prometemos citarnos en los sueños.

Recuerda amor, hoy es tarde de gaviotas.
El cielo es gris y me roza una brisa húmeda
que hace presente el mar, tan lejano.
La luz juega sobre los árboles
y leo entre las hojas- como se lee entre líneas-
que añoras la risa en el espejo,
y mis pies sobre los tuyos,
y esa danza de amor que hemos inventado
para unir los troncos a la deriva que fuimos
cuando sólo tú me amabas.

Ayer fue tarde de ruiseñores.
El cielo era azul y nos rozaba la brisa
que insuflaban los ángeles que nos han unido.
Me besabas como besaría Dios para dar vida,
y mezclamos tu presente y el mío
entrelazando besos y nuestra alma
tras las columnas de la mezquita.
Y hasta los naranjos se sintieron amados.

Mañana será tarde de golondrinas

y construiremos el nido con los anhelos
desgranados en los sueños.
Será tarde de cisnes

y dibujaremos la estela en paralelo
de nuestro navegar juntos.
Será tarde de mirlos

y jugaremos a hacernos preguntas
cuya respuesta por fin
nos hemos dado.

martes, 4 de agosto de 2009

LIBRO RELATOS: LA NOCHE EN LA VENTANA










SI QUIERES COMPRARLO, ESCRIBE A LA FUNDACIÓN ANA BELLA y te lo mandan:

info@fundacionanabella.com


Finalista al Premio Clarín de Cuentos

de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles 2005


Será que la luz no entra hoy por la ventana como antes, será que aún es de noche, o que el amanecer ha dejado de regalarnos su belleza, el ozono, los cambios climáticos, la eterna noche de los tiempos que ya ha llegado. No. No es. Nada de lo que intento imaginar que es... es. Y quizás pienso en ello porque así no me siento tan sola en esta negrura que me llena la boca de un sabor desconocido, el sabor del color negro. ¿A qué sabe este color que se diluye en mi boca mientras miro entrar la noche por las rendijas de mi persiana y pienso en cómo saben los colores si los saboreas y me planteo si es que aún no ha amanecido o es que ya no hay amaneceres de regalo? No sé a qué sabe el negro. Sólo sé que me he quedado ciega.

Llevo días aquí tumbada escuchando cómo mi madre trastea con los cacharros de la cocina. Todo su afán es prepararme comidas que nunca cato porque no me entra nada desde hace semanas, las mismas semanas que llevo masticando este color negro, que me invade este color veinticuatro horas al día, todos los días de la semana, todas las semanas del mes, todos los meses de este año y de los futuros años. Y tanto pensar en días y semanas me hace recordar unas frases que alguien dijo alguna vez y que nunca entendí, o al menos no hice caso en su momento. Esa persona hablaba de independencia, de libertad para estar solo. Yo lo adapto a mi caso, a mi ceguera. Sería feliz si pudiera ver una hora al día, un día a la semana, una semana al mes y un mes al año. Menos aún, estoy tan sola aquí dentro de este color negro que me conformaría con ver una hora diaria. Incluso con una sola hora a la semana. Si eso tuviera lugar, y yo supiera cuándo se iba a producir el milagro de esos sesenta minutos, le pediría a mi madre, a mis hermanos o a mis amigos, que me llevaran en coche a la cima de una montaña para poder ver un amanecer o un atardecer, los bosques, las cumbres, los valles, las praderas, las nubes, el cielo raso, la luna, las estrellas. ¡Tópicos! No, no son tópicos, es la naturaleza que tanto echo de menos ahora y que está ahí y yo no puedo verla. Pero antes de contemplar toda esa hermosura, miraría a los ojos de Jorge. ¿Qué habrá pasado con Jorge?

Mi madre me está hablando, comienza cariñosa y dulce, me pide que me levante, me intenta animar porque ha hecho chocolate y ha comprado churros que se están enfriando. No le contesto. No puedo contestarle. ¿Es que no se da cuenta de que necesito estar en la cama? ¿No comprende que no quiero levantarme? Esta cama es mi territorio. El único que conozco. No puedo levantarme, ¿para qué? Siempre he sido torpe. Cuando veía, me chocaba con las puertas que estaban entreabiertas, con las esquinas de las mesas, se me caían las cosas de las manos con mucha facilidad, tropezaba con todo. Si antes era torpe, ¿cómo voy a ser ahora?...

NOVELA: NO ME PIDAS SILENCIO


SI QUIERES COMPRARLO, PÍDELO EN LA DISTRIBUIDORA EGARTORRE

Telf: 91 872.93.90 - Fax: 91 871.93.99

Finalista en el Premio FELIPE TRIGO 2003

Preseleccionada al Premio Herralde de Novela 2003

Seleccionada Premio Relatos de Mujer Ayuntamiento Bilbao 2003


CAPÍTULO I

La mariposa levantó el vuelo sin molestar al aire y, con su brisa de abanico entre las alas, acarició el rostro de la dama pintada en el lienzo, espolvoreó los colores de sus paletas mágicas en un aleteo insistente, como dirigiendo un alegreto en do mayor, y puso carmín en su boca acartonada, una pizca de violeta en sus ojos altivos y un brillo encarnado en los pómulos soberbios. ¡Vanessa Cardui! ¡Vanessa Cardui!. Cuando la imagen empezó a tener vida, Juan abrió los ojos y se encontró mirando la oscuridad de su cuarto. Sudaba. El mismo sueño cada noche, y el mismo temor.
Se secó el sudor con el embozo de la sábana, pero no se destapó a pesar del calor. Intentó relajarse durante unos momentos pensando en el buen café que se iba a hacer. Casi lo olía. Debía estar amaneciendo porque distinguía ya el perfil del armario. Hizo ademán de levantarse cuando sintió el abrazo de Julia. Llevaban tan poco tiempo viviendo juntos que a veces se olvidaba de que ella estaba allí. Le alivió no encontrarse solo. Besó sus labios y se abrazó a ella entrelazando piernas y brazos. De niño le habían dicho que la mejor forma de olvidar un sueño era contarlo inmediatamente. Aquello funcionó durante unos años pero dudaba que en ese momento surtiera efecto. Estuvo a punto algunas noches de contárselo a Julia. Pero decidió que no. Además, para eso estaban las sesiones del psicólogo. Debía insistir en esta visión, en este sueño recurrente, e intentar descifrarlo. Siempre lo mismo, las mismas palabras: ¡Vanessa Cardui! y una mariposa que inicia el vuelo y espolvorea los colores de sus alas sobre el rostro de la mujer del cuadro. Y, como siempre, comienza a cobrar vida y él se horroriza y se despierta. ¿Por qué? ¿Quién es ella?.
Decidió levantarse, ir al estudio y escribir: “La mariposa levantó el vuelo sin molestar al aire, y con su brisa de abanico entre las alas, acarició el rostro de la dama pintada en el lienzo…” Al terminar aquellas frases recordó que su mujer tenía algún libro antiguo sobre interpretación de los sueños. A él le parecía una bobada ese tipo de cosas pero, por qué no, a lo mejor podía descifrar algo. Buscó en las estanterías y encontró tres libros. En uno de ellos decía que las mariposas están asociadas con la imprudencia, pero que verlas volar anuncia éxito, popularidad y buenas noticias de amigos lejanos. En otro libro tan solo decía: amorío, aventura galante. El tercero no decía nada...