martes, 4 de agosto de 2009

LIBRO RELATOS: LA NOCHE EN LA VENTANA










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Finalista al Premio Clarín de Cuentos

de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles 2005


Será que la luz no entra hoy por la ventana como antes, será que aún es de noche, o que el amanecer ha dejado de regalarnos su belleza, el ozono, los cambios climáticos, la eterna noche de los tiempos que ya ha llegado. No. No es. Nada de lo que intento imaginar que es... es. Y quizás pienso en ello porque así no me siento tan sola en esta negrura que me llena la boca de un sabor desconocido, el sabor del color negro. ¿A qué sabe este color que se diluye en mi boca mientras miro entrar la noche por las rendijas de mi persiana y pienso en cómo saben los colores si los saboreas y me planteo si es que aún no ha amanecido o es que ya no hay amaneceres de regalo? No sé a qué sabe el negro. Sólo sé que me he quedado ciega.

Llevo días aquí tumbada escuchando cómo mi madre trastea con los cacharros de la cocina. Todo su afán es prepararme comidas que nunca cato porque no me entra nada desde hace semanas, las mismas semanas que llevo masticando este color negro, que me invade este color veinticuatro horas al día, todos los días de la semana, todas las semanas del mes, todos los meses de este año y de los futuros años. Y tanto pensar en días y semanas me hace recordar unas frases que alguien dijo alguna vez y que nunca entendí, o al menos no hice caso en su momento. Esa persona hablaba de independencia, de libertad para estar solo. Yo lo adapto a mi caso, a mi ceguera. Sería feliz si pudiera ver una hora al día, un día a la semana, una semana al mes y un mes al año. Menos aún, estoy tan sola aquí dentro de este color negro que me conformaría con ver una hora diaria. Incluso con una sola hora a la semana. Si eso tuviera lugar, y yo supiera cuándo se iba a producir el milagro de esos sesenta minutos, le pediría a mi madre, a mis hermanos o a mis amigos, que me llevaran en coche a la cima de una montaña para poder ver un amanecer o un atardecer, los bosques, las cumbres, los valles, las praderas, las nubes, el cielo raso, la luna, las estrellas. ¡Tópicos! No, no son tópicos, es la naturaleza que tanto echo de menos ahora y que está ahí y yo no puedo verla. Pero antes de contemplar toda esa hermosura, miraría a los ojos de Jorge. ¿Qué habrá pasado con Jorge?

Mi madre me está hablando, comienza cariñosa y dulce, me pide que me levante, me intenta animar porque ha hecho chocolate y ha comprado churros que se están enfriando. No le contesto. No puedo contestarle. ¿Es que no se da cuenta de que necesito estar en la cama? ¿No comprende que no quiero levantarme? Esta cama es mi territorio. El único que conozco. No puedo levantarme, ¿para qué? Siempre he sido torpe. Cuando veía, me chocaba con las puertas que estaban entreabiertas, con las esquinas de las mesas, se me caían las cosas de las manos con mucha facilidad, tropezaba con todo. Si antes era torpe, ¿cómo voy a ser ahora?...

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